La merluza y otros pescados son inseparables de la gastronomía española. Por eso el nuestro figura entre los países donde más pescado se consume, sin nada que envidiar a Noruega o Japón.
Al elegir una marca, producto o distribuidor de merluza congelada, se recomienda prestar atención a su procedencia. Una parte de las ofertas son originarias de las costas españoles, siendo abundantes en los meses de abril y de julio. No obstante, la mayor parte de la producción procede de países como Sudáfrica y Namibia, existiendo también una cantidad razonable que cifra su origen en Chile y Argentina.
Para evaluar la calidad del proceso de congelación, deben buscarse indicios de malas prácticas, como la acumulación de escarcha, la rotura de las partes o los restos de sangre. Esto último denota además una limpieza deficiente de la merluza.
En concreto, la presencia de cristales es indicativo de que el pescado en cuestión se ha descongelado parcial o totalmente en algún momento desde su transporte y vuelto a congelar a su llegada al país. Este hecho repercute negativamente en la calidad final.
La merluza, como otros pescados congelados, puede resistir de tres a seis meses y, por consiguiente, son pocos los usuarios que se preocupan por la fecha de caducidad. No obstante, se aconseja prestar atención a esta información, para evitar accidentes por la acción de microorganismos patógenos.
Para los presupuestos más ajustados, el precio es un parámetro clave, y el kilo de merluza, como el de cualquier producto, experimenta pequeñas variaciones en función de su procedencia, la marca proveedora o el establecimiento en que se comercialice.
Como es lógico, la diferencia entre lomos y medallones es significativa en gastronomía. A la hora de adquirir merluza congelada, debe observarse el tipo de pieza que se está comprando, pues no todas se adaptan a cualquier receta.