Los vehículos recreativos forman una industria próspera que viene creciendo a pasos agigantados desde la crisis sanitaria del Covid-19. Esta tendencia positiva, tangible en el boom de matriculaciones registradas en autocaravanas, ha perdido parte de su fuerza original, pero sigue manteniendo unas cifras saludables, como demuestra la venta autocaravanas asturias y otras comunidades autónomas.
Este buen rendimiento puede extrapolarse a otros vehículos recreativos, como las furgonetas camper o los remolques de viaje. Sin embargo, estos medios de transporte difieren entre sí. Las autocaravanas, por ejemplo, se dividen en tres clases, de la A a la C.
Las autocaravanas del primer grupo se distinguen por su tamaño grande, con capacidad para 5, 8 y hasta 12 personas, dependiendo del modelo. Estas dimensiones permiten la instalación de cocinas equipadas con frigoríficos, microondas y otros electrodomésticos, muebles convertibles en mesas de comedor, dormitorios de camas dobles y otros espacios que difícilmente tendrían cabida en las autocaravanas de clase B.
El diseño de estas últimas carece del tamaño y capacidades de las unidades de clase A. En su lugar, presentan una conducción más cómoda y manejable, siendo más fáciles de estacionar. Los usuarios que busquen un punto medio entre las posibilidades de la clase A y las limitaciones de la clase B, eligen las autocaravanas del grupo C. Estos modelos, de dimensiones promedio, cuentan con áreas para dormir y almacenar lo necesario en unas vacaciones por carretera, sin mayores lujos ni tampoco carencias.
Por su parte, las furgonetas camper se definen como un vehículo reacondicionado para recibir un uso similar a la autocaravana o la caravana. Su interior está preparado para albergar electrodomésticos, cocinas eléctricas o de gas, camas y mesas plegables y otros equipamientos.
Los remolques de viaje guardan evidentes similitudes con las caravanas convencionales, cumpliendo de hecho una función idéntica y siendo términos sinónimos en determinados contextos.