Incluso en los lugares más turísticos hay rincones que son un pequeño secreto. Tal vez, la isla de ons ya no es tan secreta como solía, pero continúa estando a la sombra de las Cíes, las grandes conocidas de las Illas Atlánticas.
Prueba de que esta isla tiene una excelente posición y que es un terreno con cierta magia, es que fue poblado ya en la Edad del Bronce, de lo que dan fe los restos de dos castros, uno de ellos ya casi perdido íntegramente, el conocido como Cova da Loba, pero el otro todavía visible y que es posible visitar y que se llama Castelo dos Mouros.
La excelente localización de la isla ha hecho que muchos hayan conjeturado sobre su posible utilización por parte de los griegos para comerciar, pero no hay pruebas que sustenten que este pueblo llegó a establecer alguno de sus emporios en esta costa atlántica. Tampoco hay prueba alguna de que la isla pudiera ser habitada por los habitantes la Gallaecia ya romanizada.
No sería hasta la Edad Media, ya en el siglo X, cuando esta isla, bajo el nombre de Isla Aones, aparece en documentos oficiales en los cuales Alfonso III dona la isla al cabildo compostelano. Gracias a esos escritos sabemos que ya existía en la isla una iglesia. En el siglo XV ya contaba con un monasterio con todas las instalaciones que conllevaba.
La isla estaba habitada y es concedida más adelante como feudo a una importante familia, los Montenegro. La vida debía de ser muy tranquila y plácida hasta que hicieron su aparición los piratas. La localización estratégica de la isla jugó aquí en su contra y los ataques de Drake y los piratas turcos acabaron por hacer huir a la población hacia lugares más seguros de la costa.
Los Montenegro no renuncian a su isla y la fortifican. Siendo ya segura, deciden cobrar un canon a todos los que quisieran volver para habitarla, destinado a pagar a los soldados que la defendían. Comienza a llegar la industria, concretamente la del salazón, lo que atrae a personas a vivir allí.
El siglo XX es convulso para la isla, que es adquirida por una familia que se dedica a explotar la fábrica de salazón. Pero tras la guerra civil, muertos los propietarios y los herederos, la isla pasa a ser propiedad del Estado. Llega a contar con 500 habitantes, aunque actualmente solo unas decenas viven allí durante todo el año.