El turismo itinerante es bienvenido en la provincia alicantina, sede de innumerables rutas y carreteras que invitan a hacer kilómetros sin un rumbo fijo. Con todo, se recomienda reservar el alojamiento y la plaza de parking en Alicante centro antes de emprender viaje, pues la búsqueda de aparcamiento a última hora —en especial si no se conoce bien la ciudad— puede ser un quebradero de cabeza.
En la ciudad de Alicante, es posible encontrar parkings gratuitos y de pago en la calle Doña Violante, La Lonja, la Plaza del Puerto, la calle Vicente Inglada o la Plaza Canalejas, entre otros. Cualquiera de estos enclaves es un excelente punto de partida para la travesía en coche, moto o autocaravana.
A menos de una hora, Villajoyosa es un destino marcado en rojo para los viajeros. Este vistoso municipio, capital de La Marina Baixa, ha alcanzado fama nacional por sus fábricas chocolateras (Pérez, Valor y Clavileño) y un museo enteramente dedicado a este producto del cacao. En su entorno se asientan la playa del Torres, la Cala del Moro o la Torre Hércules.
A veinte minutos de Villajoyosa, Altea es otro must en las rutas alicantinas con interés turístico. Su centro histórico cautiva no sólo por la Iglesia Nuestra Señora del Consuelo, sino por las calles empedradas y los comercios y restaurantes con solera. Las carreteras de su periferia transitan por acantilados y calas, atractivas para cualquier viajero.
Recorriendo de punta a punta Polop de la Marina y otros municipios, el Puerto de Confrides es una carretera montañosa que no decepciona a los nómadas del asfalto. Lo mismo se dice, y con razón, del Puerto de la Carrasqueta, cuyo itinerario hace escala en Xixona y Alcoi.
Un road trip por Alicante estaría incompleto sin Guadalest, municipio que además del castillo del mismo nombre, depara al visitante sorpresas como su casco antiguo, el pantano o la Sierra de Aitana.